domingo, 10 de septiembre de 2017
viernes, 10 de marzo de 2017
ALLA POR CUREPTO
Yo
fui Profesor Rural
por
El Queñe, allá en Curepto,
debo
decir al respecto
como
balance final,
no
lo hice nada de mal
en
ese duro trabajo,
estuve
pelando el ajo
casi
dos años seguidos,
de
esos tiempos no me olvido
ni
reniego por lo bajo.
Debo contarles primero
que fui ”Maestro Ciruela”,
hice de todo en la Escuela,
fui Director, cocinero,
auxiliar y hasta enfermero,
enseñaba el silabario,
celebraba aniversarios
de la historia con sus fiestas,
también las sumas y restas
eran mi trabajo diario.
Con
mis alumnos salía
a
hacer largas excursiones,
repasábamos
lecciones
que
en la sala se aprendían
y
en grupos se competía
sin
trampas y sin rencillas
haciendo
listas sencillas
de
árboles y matorrales,
también
aves y animales,
plantas,
hojas y semillas.
La Escuela era una casona
de adobes y pastelones,
se paseaban los ratones
corriendo, haciendo maromas
y lo que digo no es broma
para rematar el cuento,
había pulgas por cientos
que picaban noche y día
con saña y alevosía,
era terrible el tormento.
Sin
baño ni agua corriente,
sin
luz, con pocas ventanas,
fue
tarea de semanas
dejarla
decentemente,
trabajando
duramente,
sacando
mugre a montones,
limpiando
bien los rincones,
tapando
los agujeros
y
haciendo de carpintero
arreglé
hasta los portones.
El pueblo estaba cercano,
caminos casi no había
así que todos los días,
en invierno o en verano,
a levantarse temprano
y ponerse a caminar,
con gran cuidado avanzar
para cruzar un estero
o atravesar los potreros,
la cuestión era llegar.
No
faltaba el buen vecino
que
un caballo me prestaba
de
este modo se alegraba
y
se acortaba el camino
llegando
pronto a destino
y
corriendo como cuete
alardeaba
de jinete,
llegaba
al pueblo volando
y
no lo estoy inventando,
me
ponían nota siete.
Aprendí a cazar conejos
con trampas originales,
a distinguir los zorzales
y tórtolas desde lejos
y escuché sabios consejos
de los viejos campesinos,
esos chispeantes, ladinos,
al lado de un buen fogón
en grata conversación
y
compartiendo un buen
vino.
Siempre las tengo presente
y
a mi memoria aferradas
historias
nunca olvidadas.
Amigable
era la gente,
solidaria
y diligente,
de
palabras verdaderas,
generosas y sinceras
que
ayudaron a salir
de
apuros y no sentir
la
soledad traicionera.
Si no fue color de rosas,
el recuerdo es el mejor.
Aún conservo el sabor
de situaciones hermosas.
Allí
aprendí muchas cosas
que atesoré y he guardado,
aunque el tiempo haya pasado
de nada yo me arrepiento,
es verdad, ciento por ciento
todo lo que he relatado.
Ricardo Altamirano Aravena
PRIMER LUGAR REGIONAL Y
NACIONAL
DEL CONCURSO
HISTORIAS DE NUESTRA TIERRA
CUENTOS Y POEMAS DEL
MUNDO RURAL
2016
FUCOA
Suscribirse a:
Entradas (Atom)